En el puerto de Santander
La Policía Nacional detiene a dos personas por ocultar a migrantes en su caravana para su traslado final a Reino Unido
Los arrestados pretendían introducir a los inmigrantes de forma ilegal en el país británico, embarcando en el ferry que sale desde la capital cántabra
Los agentes localizaron a seis personas que, escondidas en pequeños habitáculos donde apenas entra una, viajaban para intentar burlar los controles policiales con el consiguiente peligro para su salud e incluso su vida teniendo en cuenta las condiciones climatológicas de la época estival
08-agosto-2018.– La Policía Nacional ha localizado en el puerto de Santander a seis migrantes que viajaban ocultos en una caravana y han detenido a dos ciudadanos italianos por favorecimiento a la inmigración ilegal. Los arrestados pretendían introducir a los inmigrantes de forma ilegal en Gran Bretaña, por lo que les llevaban escondidos en su caravana y se disponían a embarcar en el ferry que une la capital cántabra con el país británico. Estas seis personas se encontraban escondidas en pequeños habitáculos donde apenas entra una persona, para intentar burlar los controles policiales, con el consiguiente peligro para su salud e incluso su vida teniendo en cuenta las condiciones climatológicas de la época estival.
Control fronterizo en el puerto
La intervención fue llevada a cabo el pasado lunes. Agentes especializados en extranjería, desplegados en el puerto de Santander para detectar posibles redes de inmigración clandestina, controlaban el embarque de vehículos en el ferry que parte de la ciudad cántabra con destino Reino Unido. Los agentes sospecharon de una caravana que, conducida por un varón italiano que iba acompañado de una mujer, accedía al barco. Los agentes inspeccionaron el interior del vehículo y localizaron a seis migrantes que viajaban escondidos.
Los agentes auxiliaron a los migrantes ya que iban ocultos en diferentes habitáculos donde apenas entra una persona y constataron que los dos ciudadanos italianos, el conductor y su acompañante, habían incurrido en un presunto delito contra los derechos de los ciudadanos extranjeros por lo que fueron detenidos.
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EFE/Archivo
Buenos Aires, 16 mar (dpa) – En los años que siguieron a los atentados del 11 de septiembre de 2001 Estados Unidos focalizó su política exterior en la lucha contra el terrorismo y relegó aún más a Latinoamérica de su agenda. La región, considerada durante mucho tiempo el «patio trasero» de Estados Unidos, tuvo sin embargo su momento de protagonismo hace diez años, al distanciarse de la intervención militar en Irak.
Irak formaba junto a Irán y Corea del Norte el «eje del mal» y representaba un peligro para la paz mundial porque poseía armas de destrucción masiva. Al menos esos eran los principales argumentos de la administración del presidente estadounidense George W. Bush para derrocar al régimen de Saddam Hussein a través de una acción bélica.
Bush buscó, junto a sus aliados Reino Unido y España, una legitimación de la ONU para esta intervención militar, pero chocó no sólo con el veto de Francia, sino con la negativa de Chile y México, que por ese entonces eran miembros no permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y que impedían que lograra la mayoría necesaria.Estados Unidos ha focalizado su política exterior en la lucha contra el terrorismo y relegó aún más a Latinoamérica de su agenda. La región, considerada durante mucho tiempo el «patio trasero» de Estados Unidos, tuvo sin embargo su momento de protagonismo hace diez años que siguieron a los atentados del 11 de septiembre de 2001, al distanciarse de la intervención militar en Irak.
«Países como México, Chile, Angola y Camerún deben saber que lo que está en juego es la seguridad de los Estados Unidos y actuar con un sentido de amistad hacia nosotros», dijo en febrero de 2003 Bush al presidente del gobierno español José María Aznar en una reunión cuyas actas secretas fueron reveladas años después.
El presidente mexicano, Vicente Fox, y el chileno Ricardo Lagos mantuvieron su postura de agotar las instancias diplomáticas a pesar de la presión de Washington y la amenaza de consecuencias políticas y económicas en sus relaciones con el vecino del norte.
«Lagos debe saber que el Acuerdo de Libre Comercio con Chile está pendiente de confirmación en el Senado y que una actitud negativa podría poner en peligro esta ratificación», alertó Bush a Aznar en el encuentro que mantuvieron en el rancho texano del mandatario estadounidense en Crawford.
Esta advertencia se hizo llegar de alguna manera al gobierno en Santiago, como admitió luego el embajador chileno ante la ONU, Heraldo Muñoz, quien confirmó que «efectivamente hubo presiones» y que recibió un par de llamados de la secretaria de Estado norteamericana Condoleezza Rice.
La condición de vecino y el tratado de libre comercio entre ambas naciones no fueron suficientes para el apoyo de Fox. «Compartimos valores, metas y propósitos con Estados Unidos, el Reino Unido y España. No obstante, discrepamos en esta ocasión con los tiempos y los procedimientos», se justificó el presidente mexicano y dijo esperar que la relación con Washington permaneciera intacta.
Pero Chile y México no fueron los únicos que se opusieron a la opción militar y el rechazo a la guerra fue mayoritario entre las naciones latinoamericanas, con la excepción de Colombia y algunos países centroamericanos.
«Los únicos gobiernos latinoamericanos que apoyaron la decisión de ir a la guerra contra Irak fueron países pequeños y muy dependientes de Estados Unidos, y sólo un país importante lo hizo, que a su vez depende totalmente de la asistencia de Washington», explicó por ese entonces el presidente de Diálogo Interamericano, Peter Hakim.
El gobierno del presidente colombiano Álvaro Uribe quedó prácticamente solo en Sudamérica en su alineamiento con Estados Unidos en el conflicto iraquí y adujo que su posición se debía a que su administración era solidaria en la lucha antiterrorista como el mundo lo fue con Colombia en sus esfuerzos por derrotar la violencia.
En Centroamérica, El Salvador y Nicaragua primero, pero luego Costa Rica, República Dominicana y Honduras, apoyaron a Bush en su ofensiva contra Saddam. Como destacaron varios analistas, estos países, que conformaron la «coalición de los dispuestos» y enviaron incluso tropas al Golfo, se encontraban en medio de una negociación para un tratado de libre comercio con Estados Unidos (CAFTA).
Tuvieron que pasar varios años para que Estados Unidos volviera a mirar con cierto interés hacia Latinoamérica, a la que, como analizó la revista «Time», Bush le dio la espalda porque la mayoría de sus países «rechazó apoyar su invasión de Irak».
A pesar de que con varios países recompuso su relación, al volver su mirada al sur, Washington se encontró con una región más volcada a la izquierda, con un creciente sentimiento antiestadounidense y nuevos liderazgos, como el del venezolano Hugo Chávez, principal impulsor de la integración regional y del distanciamiento con el «imperio yanqui».
Fuente:ANÁLISIS Por Cecilia Becaría (dpa